PRO IULIA

Ya se ha ido mi señora. IULIA ha regresado a Roma. En verdad, nunca le gustó esta tierra; vino aquí por obligación. Su esposo TI. OCTAVIUS CAESAR, decidió abandonar Roma tras el asesinato de C. IULIUS CAESAR : para proteger a mi familia-, argumentó. Pero yo sé que fue por miedo. Demasiados conflictos para tan débil carácter.
Todavía recuerdo la cara de IULIA, cuando su padre le anunció que TIBERIUS seria su esposo. Se conocían desde pequeños, pero nunca se gustaron.
La víspera de su boda, llevamos las muñecas y los juguetes a los dioses lares. IULIA se mostró en todo momento tranquila, aunque yo sabía que no era feliz.
El día señalado, nos levantamos al amanecer: cuanto trabajo se nos venia encima. IULIA, se vistió con su túnica blanca, la ciño con el cingulum, arregló sus cabellos en seis mechones y cubrió su cabeza con el flammeun ¡ Qué novia tan bella! La misma Venus la envidiaba.
tras el sacrificio y la toma de auspicios , se firmó el contrato matrimonial ante diez testigos. Después , APOLLONIA, que ejerció como pronuba, tomó las manos diestras de ambos sellando así dextrarum iunctio :la promesa de lealtad y amor.
El banquete fue esplendido. el padre de IULIA, CN. IULIUS, no escatimó en gasto: las mejores manjares de cualquier parte del mundo conocido estaban sobre la mesa.
Tal y como manda la tradición, TIBERIUS, arrancó de los brazos de su madre ANTONIA, a IULIA ¡ Cuánta alegría!
Al anochecer nos encaminamos en comitiva a la casa de TIBERIUS. IULIA llevaba entre sus manos el uso y la rueca.
Cuando llegamos a la puesta, IULIA, la adornó con cintas de lana y la ungió con manteca y aceite. Aquí fue cuando TIBERIUS, con esa voz débil y temblorosa, preguntó a mi señora cuál era su nombre. Ella, digna y altiva, respondió, ubi tu Gaius, ego Gaia_.
Inmediatamente fue levantada en volandas para que sus pies no tocasen el umbral de su nuevo hogar. Y antes de entrar, me miró. Y vi una profunda tristeza alojada en sus ojos: una furtiva lágrima se derramó, silenciosa, por su mejilla.

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